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Cada vez es más común ver a niños salir de sus casas desde los 10 años en busca de un sueño deportivo. Dejan su ciudad natal, su colegio, su familia… y terminan viviendo en casas hogar, con familiares lejanos o incluso con personas que apenas conocen. Todo con el objetivo de convertirse en deportistas profesionales.

Esta escena, que parece normal en el deporte de alto rendimiento, es especialmente frecuente en los procesos que buscan formar atletas de élite. Pero vale la pena detenernos y preguntarnos: ¿realmente estamos considerando todo lo que implica este camino?

A menudo no lo hacemos. Sacamos a los niños de su núcleo familiar, delegamos su educación y bienestar emocional en personas desconocidas, y lo justificamos diciendo que “así es el deporte”. Pero, ¿qué precio están pagando estos jóvenes por perseguir un sueño? ¿Qué tanto entendemos, como adultos, entrenadores o padres, el impacto emocional que puede tener este tipo de decisiones a tan corta edad?

Detrás del jugador hay un ser humano

Cuando un niño juega mal, nos enfocamos en lo técnico, en lo físico, en lo táctico. Le gritamos desde la tribuna: «¡Levanta la cabeza, sigue, que en la vida hay que sacrificarse!». Pero ¿y si detrás de ese mal partido hay tristeza, hay soledad, hay angustia por estar lejos de casa? ¿Y si lo que necesita no es presión, sino comprensión?

Nos hemos acostumbrado a ver a los niños como productos, como «el que nos puede sacar adelante», olvidando que son personas en formación, con emociones, miedos y necesidades afectivas. Les exigimos sacrificios que muchas veces ni siquiera comprenden del todo: ¿realmente un niño de 10, 12 o 14 años entiende lo que está dejando atrás?

El deporte no puede deshumanizar

Sí, el deporte moldea el carácter. Sí, forja disciplina, resiliencia, trabajo en equipo. Pero hemos llevado este discurso al extremo. Estamos empujando a los jóvenes a un desarrollo deportivo a toda costa, y en ese camino se nos está olvidando algo esencial: lo humano.

Necesitamos crear entornos donde haya más amor, más acompañamiento, más escucha. Espacios donde un mal partido no sea solo una «mala racha», sino una oportunidad para preguntar: ¿cómo te sientes? ¿Qué te está pasando? Y desde ahí, construir procesos que incluyan acompañamiento psicológico y profesional. No se trata solo de formar deportistas, se trata de formar personas.

Solo el 1% llega… ¿y los demás?

Es una realidad: solo el 1% de los jóvenes llega al fútbol profesional. ¿Qué pasa con el 99% restante? Si solo los formamos como atletas, sin herramientas para la vida, sin desarrollo emocional ni personal, ese sueño puede terminar en frustración, vacío o desorientación.

Por eso, desde The Players Academy, hacemos una invitación clara: humanicemos el deporte. Recordemos que detrás de cada niño hay una historia, una familia, un contexto que debemos cuidar. El deporte debe ser una herramienta para construir mejores personas, no solo mejores atletas.

Para padres, entrenadores y jóvenes

En The Players Academy creemos en una formación integral. Por eso ofrecemos educación deportiva que no solo se enfoca en lo técnico y físico, sino también en lo emocional, lo mental y lo humano. Queremos que los padres, entrenadores y jóvenes tengan herramientas para alcanzar metas deportivas, pero también metas de vida.

Porque formar campeones empieza por formar buenas personas.

Por Juanes Gómez
The Players Academy


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