Por Juan Esteban Gómez – The Players Academy
Cuando leí esta frase por primera vez, sentí un golpe en el pecho. Me llenó de temor pensar cómo un padre logró que su hijo alcanzara lo que él no pudo, pero… ¿a qué costo?
Andrea Agassi fue uno de los tenistas más emblemáticos de los años 90. Yo lo recuerdo claramente: era el plan de los domingos con mi papá. Ver a ese hombre calvo moverse con tanta soltura, devolviendo pelotas de un lado al otro de la cancha con una precisión casi mágica, nos dejaba fascinados.
En algún momento, incluso, se convirtió en mi referente. Recuerdo haberle dicho a mi papá: “¡Quiero jugar tenis como Agassi!”
Pero detrás de ese ídolo había una historia oculta. Agassi no amaba el tenis. Lo detestaba. Cada entrenamiento, cada partido, cada título… era simplemente una forma de complacer a su padre. De no fallarle. De cumplir un sueño que no era suyo.
Cuando conocí esa parte de su biografía, me hice una pregunta:¿Por qué no dejó el tenis cuando ya era adulto y podía tomar sus propias decisiones?
Su respuesta, escrita en su libro, me estremeció:“
Cuando por fin pude tomar decisiones, ya no sabía hacer nada más. No practiqué ningún otro deporte, no viví otras experiencias. Todo lo que hice fue por miedo a mi papá.”
Y entonces pensé…Papá, mamá: ¿tu hijo está practicando ese deporte porque le apasiona o porque tú lo estás empujando a lograr lo que tú no pudiste?
Es fácil deslumbrarse cuando un niño se destaca. Cuando gana, cuando sobresale, cuando parece tener el talento. Pero detrás de cada copa, también puede haber una mochila emocional que no vemos. Una vida que se construye no desde el amor, sino desde la presión. Desde el miedo a decepcionar.
No cometamos el error de convertir a nuestros hijos en nuestros segundos intentos. Que no nos pase como a Agassi, que alcanzó la cima del mundo… odiando cada paso del camino.
Acompaña a tu hijo, guíalo, enséñale valores. Pero no le pongas sobre los hombros los sueños que tú no lograste cumplir.